Sin título (No title)

Musas tintinean los cascabeles que cuelgan de sus vestidos a las rodillas con lentejuelas blancas y plateadas. El sentirse inspirado tiene sus vaivenes. Son tan delgadas y tienen cuerpos tan firmes. Son tan invitantes. Cualquiera quisiera abusar de ellas. Entrar en grupo vikingo rastrero, cual estampida de bisontes violadores, y tomarlas a todas de ambas muñecas con una sola mano inmensa de hombre de mar y zarandearlas a un tiempo. Las rubias, las pelirrojas, las morenas, las bellas, las de piernas grandes, las altas, las menuditas, las de grandes senos, las de frente amplia, las de gran personalidad, las tímidas y las de grandes ojos expresivos. Contusiones. Raspones. Fuerza. Lucha. Exterminio. Generalmente -si es que esto se puede hacer de manera general- las batallas contra tales divinidades son aún más certeras y extenuantes que cualquier pelea callejera, cisma o guerra.

Hoy me propuse asesinarlas a todas. Hoy quise simplemente tomar los dones que me fueron obsequiados y usarlos para desmontar la belleza de cualquier paisaje. Después de todo, me los dieron. Yo no luché por ser músico, no luché por tener cierto talento para escribir, para componer, para enseñar, o para comprender... Hoy las quería ver muertas, tendidas frente a mí a un lado de un río enturbiado de lamoso lodo viejo y vil. Hoy exijo y demando de la vida que se me dé lo que quiero y nunca más lo que me sea menos complicado. Hoy hago un reclamo por fuerza. Por ser un macho potente y lleno de brío, furioso y empecinado, alegre proveedor, ceñudo protector, señor en mi páramo. Conmino a los poderes del universo a que me hagan el mejor en aquello de lo que me he prendado por ser y hacer. En lo que soy. Con justeza y autoridad convoco a todas las deidades, a los demonios y a los charlatanes a concederme mi único anhelo. He dejado de ambicionar la atención de los ávidos. He usurpado la necesidad de mi alma y la he comprimido en una bola con forma de suspiros. Y al fin, ahora, con absoluta certeza en el dicho de mi seguridad, he proclamado: Maduren musas, deslíguense de mí, busquen a alguien que realmente las necesite, satisfagan la insaciedad de algún otro genio, hijas mías, corran sin llorar y sin voltear siquiera a ver mi silueta por vez última parada sobre la cima de mi contoneada colina, porque mi búsqueda ha terminado y, por entre las cegadoras luces que me convierten en difuminada sombra desde la distancia, estoy en paz...

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Muses twinkle their jingle bells which hang down from their knee-high dresses with white and silver sequens. Feeling inspired has its swings. They're so thin and they have such firm bodies. They're so inviting. Anyone would want to abuse them. To burst in as a creeping viking herd, just like a rapist bison stampede, and to grab them all from both wrists with only one immense hand of a man of the seas and to toss them around at a same time. The blondes, the red haired ones, the brunettes, the beautiful ones, the ones with big legs, the tall ones, the tiny ones, the ones with big breasts, the one with wide foreheads, the ones with great personality, the shy ones and the ones with huge expressive eyes. Bruises. Scratches. Strength. Struggle. Extermination. Generally -if such a thing could be done in a general fashion- battles against such divinities are even more accurate and exhausting than any street fight, schism or war.

Today I intended to murder them all. Today I simply wanted to grasp the gifts I was granted and use them to dismantle the beauty of any landscape. After all, they were given to me. I didn't work my ass off to be a musician, I didn't struggle to have a certain talent at writing, composing, teaching or understanding... Today, I wanted to see them all dead, lying in front of me next to a river made cloudy with old and vile mud. Today I claim and demand from life that I be given what I want and never again what is less complicated. Today I call for strength. To be a potent and full of energy male, furious and determined, joyful provider, frowning protector, master over my moor. I summon the powers of the universe to make me the best at what I have become pinned by for being and doing. At what I am. With justice and authority I call all deities, demons and charlatans to grant me my only wish. I have left aspiring for the attention of the avid ones. I have usurped the need of my soul and I have compressed it into a sigh-shaped wad. And at last, now, with absolute certainty upon what I say about my assurance, I've proclaimed: Mature, muses, unlink from me, search for someone who really needs you, quench some other genius' unfilling, my sweet daughters, run without crying and without even turning to look at my silhouette for this time last standing on top of my swaying hill, because now my own quest has ended and, amid the blinding lights that turn me into a blurry shadow from afar, I'm at peace...